PVO María:
Ventura no pudo acompañarme. Tenía que ir al hospital a visitar a su abuela que estaba un poco enferma del corazón. Lo entendí perfectamente. Mi abuela también padecía esos ataques que le daban de vez en cuando. Llamé a un taxi para que me recogiera en la puerta del restaurante, de mientras, aproveché para enviarle un mensaje a Bea preguntándole por la dirección de la casa de los chicos. A los pocos minutos me respondió, justo en el momento que vi llegar a un taxi amarillo.
Ventura no pudo acompañarme. Tenía que ir al hospital a visitar a su abuela que estaba un poco enferma del corazón. Lo entendí perfectamente. Mi abuela también padecía esos ataques que le daban de vez en cuando. Llamé a un taxi para que me recogiera en la puerta del restaurante, de mientras, aproveché para enviarle un mensaje a Bea preguntándole por la dirección de la casa de los chicos. A los pocos minutos me respondió, justo en el momento que vi llegar a un taxi amarillo.
Durante el camino, no pude evitar sentirme un poco
incómoda. El taxista hablaba por los codos, y yo era una chica muy tímida a la
cual no le gustaba hablar con extraños. Y menos con uno que sabes que jamás
volverás a ver en tu vida. Pero a pesar de mis cortas contestaciones a sus
continuas preguntas, el hombre se mostró lo más agradable posible e incluso
acepto que le pagara, tan solo, la mitad del trayecto.
Avancé con torpeza por la gran entrada de la casa.
Era asombroso aquel lugar. Miraras por donde miraras había vegetación. Flores
de distintos tipos, e incluso algún que otro arbusto. Llegué hasta la puerta, y
un delicado olor a barniz invadió mis fosas nasales. Toqué el timbre y, a los
pocos minutos, apareció detrás de la puerta un rostro angelical. Era Valentine.
Una gran sonrisa se formo en su rostro al verme.
-Te hemos echado de menos-dijo ella, mientras me
estrechaba junto a su cuerpo.
-Y yo a vosotros-le contesté separándome de ella-
¿Dónde están los demás?-le pregunté, mientras avanzábamos por el pasillo. La
casa era realmente grande, cualquiera en mi lugar se habría perdido en ella.
-Están en el porche-dijo con una amplia
sonrisa.
Salimos por una puerta corredera, y caminamos por un
pequeño sendero rodeado de plantas.
-Se ve que les gusta mucho la naturaleza-dije al
fin, mientras mi mirada se clavaba en una hermosa petunia.
-Sí, Liam tiene una extraña obsesión con las
plantas-contestó dando una pequeña carcajada.
Por fin pude divisar mejor donde se encontraban los
demás. Era como una especie de carpa pequeña, y en el centro había una grande y
redonda mesa de cristal, rodeada de sillones de mimbre.
Al verme, comenzaron a alzar las manos al aire
mientras gritaban mi nombre. Llegué hasta ellos con una gran sonrisa en el
rostro. Me fijé que Harry no estaba.
-¿Qué tal tu cita?-preguntó Rocío, mientras me daba
un empujón en el hombro.
-No era una cita-gruñí por lo bajo, mientras me
sentaba en uno de los sillones. Niall me ofreció una cerveza, pero negué con la
cabeza.- Lo siento, no me gusta.
Él me dedicó una sonrisa tranquilizadora.
-¿Y qué tal la barbacoa? ¿Me he perdido algo
interesante?-volví a preguntar.
-¡TE HAS PERDIDO UNAS HAMBURGUESAS
INCREÍBLES!-comenzó a chillar Louis, mientras se levantaba del balancín y
corría junto a Niall, el cual tenía un brillo en los ojos. No pude evitar
reírme.
Todos iban un poco ‘contentos’ a causa de las
cervezas de más que se habían tomado.
-Chicos, ¿dónde está el cuarto de baño?-pregunté,
mientras me ponía en pie.
-Ve al de la planta de arriba, este lo estan
arreglando-comenzó a decir Zayn, refiriéndose al que, seguramente, habría en la
planta de abajo.
-La primera puerta a la derecha-finalizó Liam con
una sonrisa. Asentí con la cabeza y volví al interior de la casa.
Ascendí por la escalera, y me sorprendió que no
tuviera barandilla para agarrarse. Eso incitó un poco el miedo que tenía a las
alturas. Seguí las instrucciones de los chicos, y entré al cuarto de baño.
Estaba lavándome las manos, cuando unas voces
provenientes de alguna habitación cercana me alertaron. Cerré la puerta con
cuidado, de no hacer ruido, y agudicé mi oído. Las voces provenían de la
habitación de enfrente. La puerta estaba entornada. No pude evitar mirar a
través de ella, y una “O” se formó en mi boca al ver quiénes eran.
-No sabes cuánto te he echado de menos, Harry y
sobre todo a ti, pequeñín-dijo la chica que se encontraba encima de Harry,
mientras comenzaba a desabrochar sus pantalones pasando una mano por su
entrepierna.
-‘¿Pero
qué demonios está pasando?’-pensé mientras fruncía el ceño.
No quería seguir mirando aquella asquerosa escena.
Sentía pequeñas punzadas en mi pecho, ¿Por qué me sentía así? Tal vez porque
pensaba que Harry era especial, distinto a los demás hombres, pero me
equivocaba. Era exactamente igual, o peor, que ellos.